lunes, 3 de agosto de 2015

A veces confundo las ganas de fumar con las de hablarte...



A veces confundo las ganas de fumar con las de hablarte. Debí haber dejado un hábito nocivo a la vez. Hoy me es imposible evocar a uno sin caer en el recuerdo del otro. Pues para mí no existes sin un pucho oprimiéndose agónico entre tus labios. Así elegí recordarte; tumbada en calzones musitándome tus sueños, miedos y algunas pocas alegrías, al tiempo que hacíamos desaparecer una de veinte.

Allí confundiéndote con la oscuridad lucías más pálida de lo habitual. Casi a pasos de tornarte en blanco y negro, como si leyeses mis más íntimas obsesiones y te empeñaras en parecerme cada día más perfecta.  Te contemplaba tan voluble y etérea como el humo que soltabas y que yo habría besado de haber podido. Y es que yo te habría besado hasta los gestos y las mañas y tus más alienadas manías.

Me recuerdo acariciando tus mejillas aguantando mis impulsos por estrujártelas hasta el llanto, mientras pensaba que debí haberte escrito alguna tarjeta diciendo «besaría hasta el humo de tu cigarrillo». Te habría avergonzado y hecho gracia en partes iguales y se asomaría esa sonrisita tímida que presentas en cada uno de mis ridículos intentos por enamorarte. Esa que deja entrever tus dientecitos chuecos y afilados que no hacen sino dejarme aun más imbécil, enamorado y amoratado. Porque enamorarme de ti fue una caída luciférica, una sacada de chucha de aquellas. De esas que te dejan hasta el alma violácea y varias heridas abiertas. Un to fall in love en su sentido más estricto y literal.

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