A veces confundo las
ganas de fumar con las de hablarte. Debí haber dejado un hábito nocivo a la
vez. Hoy me es imposible evocar a uno sin caer en el recuerdo del otro. Pues
para mí no existes sin un pucho oprimiéndose agónico entre tus labios. Así
elegí recordarte; tumbada en calzones musitándome tus sueños, miedos y algunas
pocas alegrías, al tiempo que hacíamos desaparecer una de veinte.
Allí confundiéndote con
la oscuridad lucías más pálida de lo habitual. Casi a pasos de tornarte en
blanco y negro, como si leyeses mis más íntimas obsesiones y te empeñaras en
parecerme cada día más perfecta. Te
contemplaba tan voluble y etérea como el humo que soltabas y que yo habría
besado de haber podido. Y es que yo te habría besado hasta los gestos y las mañas y tus más alienadas manías.
Me recuerdo acariciando
tus mejillas aguantando mis impulsos por estrujártelas hasta el llanto, mientras
pensaba que debí haberte escrito alguna tarjeta diciendo «besaría
hasta el humo de tu cigarrillo». Te habría avergonzado
y hecho gracia en partes iguales y se asomaría esa sonrisita tímida que
presentas en cada uno de mis ridículos intentos por enamorarte. Esa que deja
entrever tus dientecitos chuecos y afilados que no hacen sino dejarme aun más
imbécil, enamorado y amoratado. Porque enamorarme de ti fue una caída luciférica,
una sacada de chucha de aquellas. De esas que te dejan hasta el alma violácea y
varias heridas abiertas. Un to fall in
love en su sentido más estricto y literal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario