martes, 19 de febrero de 2019

Me la hiciste, Felipito.

Recuerdo que una vez Felipe Camiroaga estaba en tevé dando una serie de consejos para el hombre moderno. Bien patriarcales, a todo esto. Daba cátedra sobre cómo abordar a las chiquillas, que outfit utilizar y cómo oler frente a ellas. En este último punto fue donde su sabiduría llegó a niveles insospechados. Confesó utilizar desodorante ambiental como fragancia. Quedé loco. Así es, el halcón se echaba Glade lavanda sobre sus ropas antes de animarse en la conquista. Típico de Felipito, se coreó en los hogares de Chile. Pero no fue sino hasta hace algunos meses cuando me decidí a llevar a cabo su lección. Me alisté como nunca y para rematar un toque de frutos del bosque directo en mi outfit. No quiero entrar en detalles, pero luego de despedirnos la muchacha no me volvió a hablar. Me costó un poco reponerme de esta desilusión, pero finalmente comprendí que nadie quiere estar con alguien que huela a desodorante ambiental, a baño recién cagado. Me la hiciste, Felipito. Me cagaste la cita, halcón de Chicureo y la conchetumadre.

En torno al lobizón.

En Argentina existe la llamada Ley de Padrinazgo Presidencial, promulgada por primera vez por Juan Domingo Perón. La Ley consiste en que el presidente de turno asume como padrino del séptimo hijo varón de una misma familia, otorgándole una beca y tal vez un diploma. Qué bien, dice la gente. El gobierno se preocupa, corean. Pero nada más lejano a la realidad. Al gobierno le preocupan las consecuencias nefastas que podría traer ese niño. Pues se sabe que el séptimo hijo de una misma camada trae consigo la maldición del lobizón. Según esta creencia popular, el séptimo de los hermanos está condenado a convertirse en hombre lobo todos los viernes de luna llena por la noche. O, en caso de no poderse los viernes, los martes. La única forma de revertir esta maldición es por medio del padrinazgo del gobernante de turno quien ofrece una suerte de protección mágica. Antes de este decreto muchos séptimos niños fueron abandonados y sacrificados ante el temor de los padres de estar criando a un hombre lobo. Si usted se encuentra con un lobizón en su camino debe achuntarle una bala de plata bendecida en siete iglesias. Ya saben, algo que todos cargamos en nuestros bolsillos. En cuanto a gustos culinarios, la comida favorita del lobizón es la caca. Por lo que se sugiere no cagarse en los pantalones al divisar a uno de estos especímenes.


Febrero 2018