lunes, 7 de diciembre de 2015

Tema de Contingencia Nacional: campeonar sin jugar






El salir campeón sin jugar lo inventé yo. Fue cuando gané un concurso literario sin escribir ni una mierda. Me sacaron de la sala de clases, me subieron al escenario y me entregaron un premio, mientras yo con cara de quéchucha posaba para la foto. Supongo que los jueces del certamen comprendieron que mi lírica traspasaba las fronteras de lo material, que mis versos no se leían, sino que habitaban en mí, y que en realidad era un escritor tan sublime que ni siquiera necesitaba escribir. Cabe destacar que jamás pedí explicaciones. 

martes, 1 de diciembre de 2015

Bitácora del Escritor III






Señores, he comenzado un diario de vida que esta vez sí pretendo llenar de forma sistemática. Lo hago pensando en mis editores y herederos que querrán seguir forrándose a cuestas de mi cadáver. Es más, de pura buena onda le adelantaré la pega a los traductores y comenzaré a traspasar mis diarios al rumano, el idioma del futuro.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Amigos Libreros...






Amigos libreros, desde hoy solo compro primeras ediciones deshojadas. Los libros y las mujeres me gustan con pasado.

martes, 10 de noviembre de 2015

Telegrama a mis amigos o sobre los deberes del moderno II









Amigos, lo que parecía imposible ocurrió: hoy desperté más moderno que ayer. Mi modernidad es ya una insolencia, una desfachatez.







    I.

Señorita, yo le quiero hacer el humor. Hacer que ría hasta el éxtasis, que carcajee hasta que le tiemblen las piernas.




II.


Señorita, mejor no hagamos el humor, dejemos que el humor nos haga.



domingo, 1 de noviembre de 2015

Anotaciones generales sobre mi pene IV


Desperté erecto y contemplé mi pene por varios minutos. Creo que es bastante agradable a la vista.Tiene un tamaño, grosor y color aceptable. Es tal vez la única parte de mi cuerpo que me contenta. Resulta una verdadera lástima que no pueda exhibirlo a destajo. Esto y la inminente muerte de Madonna han hecho de mi vida una experiencia insostenible.

martes, 6 de octubre de 2015

No, no es depresión post coital





Civilizaciones antiguas veían en el momento del orgasmo un espacio de comunión con Dios; yo discrepo por un poco. El verdadero enlace con la divinidad está en lo segundos posteriores a la eyaculación. Pues solo se llega a Dios con la tula húmeda y flácida. Por eso lloro tras meterlo. No, no es depresión post coital lo que hay acá. Es misticismo, es profunda y lacia religiosidad. 

Sobre los deberes del moderno I





Dejar la poesía para dedicarse al tráfico de armas constituye el deber último de todo moderno. He ahí nuestra apoteosis, nuestra performance definitiva; la antesala a una muerte digna como pocas.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Una vez escribí una carta de amor o algo así...











Una vez escribí una carta de amor o algo así. Pero a horas de entregarla noto que parece escrita en sumerio; ininteligible a más no poder. Así que decido transcribirla íntegramente para después imprimirla. Como no tengo impresora, debo ir a un ciber. Qué vergüenza, pensé. Pero el caballero del ciber me conoce, sabe que a ratos soy profe y siempre le imprimo guías y pruebas para mis desafortunados alumnos. Así que opté por esconder mi romántica epístola bajo la apariencia de una prueba más. Escribo como título «Ejemplo de Carta Formal», prosigo con «nombre, fecha, curso», para rematar con «identifique las partes de la siguiente carta». Al verla impresa no vi sino vanguardia. Todo el camino me fui orgulloso de mi espontánea creación. 

martes, 18 de agosto de 2015

Sobre la coquetería ( o procura coquetearme más y no reparo de lo que te haré)






Ella me dijo «eres bien coqueto tú». Yo me reí porque no lo creía así. A los dos años ella murió de no me acuerdo qué enfermedad y todo fue bien triste. Desde entonces pienso que cada vez que me pongo coqueto estoy condenando a muerte a la receptora de mis cortejos. Así que si piensa que mi actitud con usted es insinuadora, tema. No por su integridad sexual, sino por su vida.

lunes, 3 de agosto de 2015

A veces confundo las ganas de fumar con las de hablarte...



A veces confundo las ganas de fumar con las de hablarte. Debí haber dejado un hábito nocivo a la vez. Hoy me es imposible evocar a uno sin caer en el recuerdo del otro. Pues para mí no existes sin un pucho oprimiéndose agónico entre tus labios. Así elegí recordarte; tumbada en calzones musitándome tus sueños, miedos y algunas pocas alegrías, al tiempo que hacíamos desaparecer una de veinte.

Allí confundiéndote con la oscuridad lucías más pálida de lo habitual. Casi a pasos de tornarte en blanco y negro, como si leyeses mis más íntimas obsesiones y te empeñaras en parecerme cada día más perfecta.  Te contemplaba tan voluble y etérea como el humo que soltabas y que yo habría besado de haber podido. Y es que yo te habría besado hasta los gestos y las mañas y tus más alienadas manías.

Me recuerdo acariciando tus mejillas aguantando mis impulsos por estrujártelas hasta el llanto, mientras pensaba que debí haberte escrito alguna tarjeta diciendo «besaría hasta el humo de tu cigarrillo». Te habría avergonzado y hecho gracia en partes iguales y se asomaría esa sonrisita tímida que presentas en cada uno de mis ridículos intentos por enamorarte. Esa que deja entrever tus dientecitos chuecos y afilados que no hacen sino dejarme aun más imbécil, enamorado y amoratado. Porque enamorarme de ti fue una caída luciférica, una sacada de chucha de aquellas. De esas que te dejan hasta el alma violácea y varias heridas abiertas. Un to fall in love en su sentido más estricto y literal.

miércoles, 8 de julio de 2015

Я люблю тебя









Eres como una de esas películas rusas que bajé el otro día: no te entiendo ni por un minuto, pero tampoco me esfuerzo en hacerlo. Nada más te contemplo -triste, desenfocada- y dejo que sucedas hasta que acabes conmigo.


domingo, 21 de junio de 2015

Un relato sobre fútbol III





Pienso en ti y pienso en la Copa América. Ambos presentes a diario a pesar de mis empeños por creerlas inexistentes. Creo que para ti debo ser algo así como el tercer arquero. Aquel que está calentando a un costado dispuesto a entrar al campo de juego a sabiendas que para que esto ocurra deben sucederse una serie de infortunios donde imposible es decir poco. Pero que aun así se contenta con al menos estar en la nómina, con ser una mera probabilidad. 


martes, 9 de junio de 2015

Anotaciones sobre el desnudo artístico.






Los desnudos artísticos me excitan más que la pornografía tradicional. El blanco y negro, por ejemplo, me la pone de caballo. Esto me hace pensar que tal vez en la imposibilidad de follar en escala de grises radica la causa de mi recién adquirida inapetencia sexual. Hoy toda mujer en colores me hastía; se torna eunuco ante mi mirada.

miércoles, 3 de junio de 2015

Bitácora del Escritor II









Me llena de orgullo notar que he logrado organizar mis pajas. De cada tres, una es de caliente, otra es con fines ritualísticos y la última está ahí para despertarme. Siendo tremendamente útil para mis episodios de sequía creativa. Pues todo indica que soy incapaz de escribir con la bola llena. No obstante, la otra vez leí que los monórquidos no deberíamos masturbarnos tan seguido. Esto me enojó mucho, pues atenta contra el que es quizás mi único motivo de jactancia.




sábado, 30 de mayo de 2015

Robin Williams.





Hace un tiempo, saliendo de un vacile en Bellavista a eso de las 5 de la mañana, una muchacha notablemente borracha me grita casi en la cara «Yo te conozco, tú erís del Pedaaaaaaa». Le hice saber que estaba en lo correcto, y de inmediato su pololo la tironeó, alejándola de mí. Ella le balbuceaba explicaciones sobre lo famoso que yo era, pero a él no le hizo gracia que su polola se haya emocionado tanto ante mi fortuita presencia. Esto me entristeció un poco. Nos pudimos haber ido juntos en la micro hablando de nuestra universidad, pero la fama me condenó a un regreso a casa en soledad. Es este tal vez el precio a pagar, me dije. El precio de la fama.
 Pensé en Robin Williams durante todo el camino. 

Bitácora del Escritor 1.





Llevo 5 días intentando comenzar un cuento. Por más que lo intento no logro superar sus primeras palabras. Comienza así: «No sé qué pretenden los hombres con bigote», y todo indica que así terminará. Fracasé. Me he visto oprimido por mis propias manías y mi falta de talento.



viernes, 22 de mayo de 2015

Sobre Enamoramiento y Onanismo.







Se supone que me enamoré por primera vez a los dieciséis. Pero yo no sé como comprobar cuándo uno está enamorado. De hecho, nadie lo sabe; a excepción de mi compañero Diego. Él me llevó a un rincón de la sala de clases y con un semblante de seriedad admirable para un puberto me pregunta «¿te has pajeado pensando en la Camila?» Con vergüenza le contesto que no, que me masturbaba con el cedé de minas empelotas que circulaba entre los varones del curso. Ese que llevaba un poco sospechoso rótulo que solo decía “Compilado”. «Entonces estás enamorado», me dice no sin un dejo de lástima y preocupación. Yo quedé pal pico, negrísimo. Pero lo acepté sin más. Sin siquiera cuestionar el método de comprobación recién efectuado. Hoy puedo confesar que me he masturbado pensando en casi todas las mujeres que conozco. Cuando el catálogo se me acaba, voy intercambiando las partes pudendas de una con la cara de otra. Así mis necesidades onanistas se convierten en sublimes ejercicios de creación estética. Voy creando engendros personalizados que rozan la perfección, pero me enamoro tanto de estas que no puedo seguir otorgándome placer. Solo entonces vuelvo a las palabras de mi compañero y comienzo a  encontrarles  razón.Y es que tal vez solo puedo enamorarme de los remixes femeninos que he creado para deleite personal. Y de ella, claro está. Mala esa, muy mala. 

jueves, 16 de abril de 2015

Observación en torno a una reciente compra.













En un intento por sentirme como uno de esos zorrones asiduos a los music fest de moda, me compré una polera con cuello en forma de be corta. Grave error. Se asoman algunos pelos provenientes de mi frondoso pecho que dan paso a la viva imagen de un pubis femenino. Así es como camino ahora portando una vagina bajo mi cuello.




Un Relato Sobre Fútbol II




Durante mi último año de enseñanza básica se me presentó una oportunidad inigualable: defender la portería titular del combinado de mi colegio. Íbamos a jugar de visita frente a la selección de una escuela especial. Sí, nos batiríamos frente a una escuadra de enfermos mentales en lo que sería mi pase definitivo al estrellato futbolístico. Me imaginaba a mis rivales como unas masas babeantes que se arrastrarían por la arcilla incapaces de entender la dinámica del juego y de la vida. Me equivoqué. A los quince minutos la selección de enfermitos ya me había encajado tres golazos. Si bien mi equipo tenía controlada la situación, la vergüenza se cernía sobre mi arco. Pues cada tiro de mi rival daba paso a un gol de antología. El momento cúlmine fue cuando, en total desconocimiento de las reglas del baby, intento despejar un tiro que bien podría haber dejado pasar, arrastrando sin querer el balón dentro de mi portería. Fue un autogol. Los enfermos celebraron como si se hubiese descubierto la cura a todas sus enfermedades. En ese momento miro a mi entrenador buscando algún consuelo. Pero veo como el Tío Emilio se lleva incrédulo la mano al rostro en lo que sería el facepalm más doloroso de mi vida. Ahí quedé, con la cabeza gacha y mis ilusiones estropeadas. El partido terminó en un 10-7 a nuestro favor. Pero en lugar de celebrar preferí amurrarme durante todo el trayecto de vuelta. Una vez en casa, colgué los guantes para siempre y opté por las letras. Al menos en este oficio tengo la seguridad de que no habrá escritores con retardo mental dispuestos a humillarme.






sábado, 4 de abril de 2015

Primero de Abril











Amarte es como intentar fumar la cola de un pito usando solo los dedos. Ahí donde el esfuerzo por disfrutar del momento se conjuga con el miedo a quemarse la barba, los dedos, el cuerpo entero.







martes, 31 de marzo de 2015

Fragmentos de una misiva amorosa I



«Tú viniste en mi tristeza y dije que sí, desde entonces empecé a decir que sí al mundo»
(Paul Eluard)

«El año pasado lloré de alegría ante el simple hecho de que existiera»
(Rodrigo Lira)


No soy bueno poniendo nombres, ni muchos menos aceptando los que otros me imponen. Que el resto se encargue de nominar como quieran a esas ganas enfermizas de aferrarme a tu cuerpecito blancucho cada vez que te me acercas. Es mejor que sean otros los que persistan en la insana manía de  bautizar todo -y darle color por todo-, queriendo por costumbre y con desgano. Desviviéndose a la hora de fechas y precios que hagan veraz su ridículo querer. Yo sé que también te ríes de ellos, de esos que abundan en plazas, metros y universidades privadas. Aquellos son los mismos que balbucean canciones en inglés y se duermen pensando en mañana, preocupados más de pegas que de vicios, esos que discuten de reglas y no de cigarros, de ropas y no de bandas. Tú descansa tranquila que el último pucho siempre será tuyo, tal vez también la última risa porque yo te dejaré ganar a deshoras solo por el regocijo que me da tu alegría y esos dientecitos tan rebeldes que se asoman cada vez que celebras alguna estupidez que dejé escapar en mis constantes esfuerzos por hacerte  feliz.

Tal vez porque hacerte reír, junto con hacerte tecitos, pan con palta o a veces incluso con queso u otras sustancias incomibles, así como sacarme uno que otro puchito sin motivo sean mi única, pobre y triste manera de decirte que gracias por venir por aparecerte así sin más por estar tan bonita y dejar que despierte con tu tibio cuerpo ocupando tres cuartos de la cama y tu cabellera arrinconada entre mis huesos fríos y tiritones. Yo me veo aguantando las ganas de decir que te quiero como nunca que luces extraterrenal, selenita, demiúrgica, luciferina por las mañanas. Pero callo por miedo a que mis piropos suenen tan ridículos como se leen mientras escribo esta carta.
                                        
Aunque a decir verdad, toda esta carta es sumamente ridícula. Es tal vez lo más cercano que he escrito a una carta de amor. Pero intento convencerme que no es una carta de amor. Aunque de serlo, no tendría nada de malo, una vez que haya aceptado del todo lo irrisorio del hecho. Pessoa decía que todas las cartas de amor son ridículas y que no serían cartas de amor si no lo fueran. Pero que al final, solo las criaturas que nunca escribieron cartas de amor son las ridículas. Cabe destacar que Pessoa sufría de personalidades múltiples. Así que tampoco es un buen referente. Solo lo parafraseé para no  sentirme tan mariconcito escribiendo esto. Iba a citarlo con comillas y todo, pero la literatura contemporánea no está preparada para las cartas de amor con citas al pie de página. Hay que dejarle vanguardia a las próximas generaciones.

Pero es que  te quiero y bien lo sabes. Lo sabes tan bien que ninguna de estas palabras serían necesarias.  Pero es solo que a veces me vienen ganas de decirte frases cliché de tarjetita perfumada. Como por ejemplo que daría mi vida por ti, pero la verdad es que yo daría mi vida por cualquier huevada. La daría hasta por un par de puchos –incluso unos corriente aceptaría-. Si dependiese de mí, entregaría mi vida de puro hobby y al peor postor. Así que no te diré frases así, ni menos “te quiero más que a la vida”, porque resulta que hasta a Elías Rubilar lo quiero más que a la vida. Pero te quiero. Así sin añadiduras de esquela village. Aunque, eso sí, te quiero como pocas veces me he decidido a querer. He ahí lo terrible e indescifrablemente bonito de todo esto. Te quiero, me gustas, me encantas y todas esas cosas que la gente se dice cuando cree ver en otro la realización de todo lo que han deseado.

Y cuando digo que me encantas lo digo de veras. Aunque  no sabes cómo me gustaría decirlo en el sentido más banal de la palabra, como cuando alguien gusta del sushi o una película. Pero no,  tú me encantas en el más estricto rigor del término. Es decir,  en la más brujeril y por lo tanto en la más mágica de sus acepciones.
   
( .   .   . ) 


Es por ello que te quiero apresando cada  segundo como si fuese el último de todos y te miro y acaricio con varios de esos temblores que acuden cada vez que estoy cerca de algo que me gusta.  Mañana puede que te hayas desintregado al mirarle los dientes a un caballo regalado, que estés con otro o te hayan abducido esos que me visitan a las tres de la mañana. Cualquiera de estas probabilidades me parece igual de reales como de desesperanzadoras. Pero aun sin ti, te seguiría esperando, te seguiría queriendo. Y es que yo a ti te querría hasta muerta. Muerta de veras, muerta de ebria o de amor por otro. 


( .   .   . ) 


martes, 24 de marzo de 2015

Una amiga nomás, loco.





La última vez que te vi estabas borracha y besabas a un andrajoso punki que probablemente acababas de conocer. Esa vez me abrazaste con la misma efusión de nuestras despedidas y me contaste trivialidades que ya no recuerdo. Hedionda a porro y vino en caja me parecías tan hermosa como en nuestros tiempos de uniforme y micros amarillas. Entonces recordé cuando arriba de una 622 me explicaste las diferencias entre amar y querer; que al Nico tú lo amabas, pero a mí solo me querías con la ternura con la que se quiere a un amigo. Aun cuando hace una semana me aseverabas lo contrario. Tu voz entrecortada se quebraba en sollozos que me dieron incluso más pena que las palabras que me dedicabas en ese momento. Pero yo insistí con cartitas y poemas donde te hablaba de las estrellas y otras tonteritas de adolescente, porque mi profesor me dijo que la poesía solo servía para cuentearse minas y yo como güeón le creí. Aun así te olvidé cuando descubrí que curarse era la raja y que existían discos los domingos por la tarde. Ahí fue cuando volviste. Yo me hice el güeón y el dicharachero. Tres años después, al verte entregada a cualquier hueá me asaltaron las ganas de ir y llevarte conmigo. Decirte que ya había pasado todo, que nos perdonáramos, que por primera vez podríamos amarnos al unísono, como los escolares lo hacían en los recreos. Pero se me hizo como siempre. Mis compañeros me preguntaron quién era esa mina que me había saludado. Una amiga nomás, dije. Una amiga, loco.

lunes, 16 de febrero de 2015

miércoles, 11 de febrero de 2015

Una reflexión sobre series y relaciones.





Las relaciones son como las series. Por muy buenas que hayan sido todas sus temporadas, siempre serán recordadas por sus pésimos, abruptos o ridículos finales. Por eso, cuando una relación termina en mala, nadie recuerda los buenos episodios. Todos nos quedamos con aquel final que a nadie le gustó, salvo a aquellos que desde un principio creyeron que esa serie era una mala idea. También hay relaciones que van de a poco debilitándose, hasta que su cancelación es lo más conveniente para ambas partes. Volver con una ex, por otro lado, es lo que más similar a un remake y todos sabemos que los remakes son un intento forzado que nunca logra conservar el espíritu de la serie original.


lunes, 9 de febrero de 2015

Una anécdota sobre Lemebel.






Lemebel estudió en el Barros Borgoño. Una vez fue invitado a un café literario en aquel liceo. El evento estaba organizado por un pequeño colectivo de estudiantes colitas. Estaba todo listo, pero el escritor se descartó a última hora. La razón: exigía un pago de cien lucas por presentarse.

Era el café literario del un liceo pobre, era el café literario de su ex liceo, era un café literario levantado por mariquitas tal como él. Pero ahí estaba, exigiendo cien lucas en efectivo. El alumno que lo organizaba lloraba al teléfono mientras le decía con su voz de pito entrecortada "Yo creí que usted era un comunista de verdad".


miércoles, 4 de febrero de 2015

El Fin Absoluto del Mundo: El Necronomicón del Cine










Para Antonin Artaud, el cine debía ser capaz de lograr una subversión total de nuestros valores, trastocando nuestra óptica, nuestra visión de mundo y perspectiva. Su lenguaje debía afectarnos como ningún otro arte lo había hecho antes. Destruir nuestra siquis, excitarnos y maravillarnos por igual. Todo cineasta tendría que ir en busca de la cinta capaz de sublevar nuestros sentidos, de transgredirnos cruelmente. Pero ¿y si diésemos con la película capaz de trastornarnos hasta la insanidad? De seguro habríamos llegado a la cúspide del séptimo arte; a la del espectador enajenado, capaz de inmolarse frente a la pantalla ante el efecto que provoca una particular sucesión de imágenes. Un resultado similar al que dicen que provocaban las sinfonías de Paganini – el violinista del diablo - al ser escuchadas en vivo.

La historia del cine se colma mitos urbanos y este es tal vez uno de los más exquisitos: Corría el año 1971 y el festival de cine de Sitges, caracterizado por su línea fantástica, se aprontaba a estrenar una peculiar obra, de la cual nadie sabía nada: El Fin Absoluto del Mundo. Su director Hans Backovic era considerado un terrorista audiovisual; sus cortos convulsionaban la escena under. En ellos se esmeraba por trastocar las emociones humanas, por llevarlas al límite de la insanidad. Jugaba con lo soportable y atacaba las retinas con una violencia nunca antes vista en el cine. Todo esto mediante el uso de imágenes y sonidos que los incomodaran. El deber del director era mantener al público al borde de la butaca, haciendo de su experiencia una travesía sensorial alejada del confort  al cual se había visto reducido el cine en la actualidad. 

Uno piensa tal vez en algunas películas perturbadoras del último tiempo y en los mórbidos deseos de sus directores por angustiarnos a más no poder. Episodios de histeria en la sala de cine no han sido pocos. Basta recordar los ataques que provocó El Exorcista en su tiempo. Otros filmes más actuales como Audition de Takashi Miike o Visitor Q del mismo director provocan náuseas en el espectador menos acostumbrado. Sus retorcidas escenas podrían ser un remiendo de lo que Backovic buscaba.

Imposible quitar de la lista películas como Antichrist de Lars Von Tier o la polémica A Serbian Film. Las cuales al igual que las mencionadas anteriormente dan paso a esa inquietud desbordante que persiste horas o días después de acabado el filme. Lo cierto es que hay películas que dañan, en mi caso particular el listado lo encabeza la coreana Gotijmal.Pero de seguro, ni esa ni las mencionadas se compararían con el desfile de imágenes y atormentadores sonidos, que nos remiten tal vez al sonido de fondo en Eraserhead de Lynch, que Hans Backovic pudo lograr.

La historia oficial nos cuenta que durante el estreno de la película hubo un fallo en la proyección. Desde la cabina, la sala comenzó a incendiarse. Backovic quien concebía la experiencia audiovisual como un continuo sin interrupciones para lograr el efecto deseado, habría llamado a cerrar las puertas con tal de que nadie pudiese salir durante el visionado del film. Por lo que la gente comenzó a desesperarse, a abalanzarse unos sobre otros para lograr salir del lugar.  El humo hacía del ambiente algo aun más denso y desesperante. Hubo avalanchas de gente histérica queriendo salir, golpeando al otro con tal de asegurarse espacio en el rescate. Se dice que hubo varias muertes y varios heridos de diversa gravedad. Pero el verdadero dolor no yacía en sus llagas o en la tristeza de ver a un amigo morir, sino en aquello que se había calado en sus mentes. Las escenas que pudieron contemplar eran las verdaderas culpables de los desmanes.

De alguna forma la película los dominó, los remitió a sus más bajos instintos, los condujo de vuelta hacia la animalidad. Podemos imaginar algunos espectadores desmayados y otros fascinados siendo testigos del la cumbre del arte audiovisual. Poseídos en un frenesí casi diabólico. Recuerdo la sinopsis de una novela chilena contemporánea que no me interesó nunca, pero que trataba de un cuadro que provocaba que el espectador al contemplarlo quisiese arrancarse la piel sin vacilar. Algo así podemos imaginar al pensar en El Fin Absoluto del Mundo: una película cuyas imágenes tendrían tal poder que nos condenarían a la locura.

Los rumores de que el director tenía un pacto con el Diablo son los más usuales. Pero, ¿y si realmente habría logrado la quintaesencia del arte? O si en lugar de un pacto con el Demonio, Backovic habría hipnotizado a su audiencia por medio de las imágenes. Lo único que se sabe de él es que tras el fallido estreno del film, se recluyó en su hogar, obsesionado con la película que había dirigido. No volvió a acercase al mundo del cine jamás y terminó por volarse la tapa de los sesos, anidado en su propia locura y miseria.

Su mujer Katja Backovic declararía años después que la película solo les trajo dolor y destrucción. Pero, ¿qué mostraba el metraje de esta película? Según algunos sobrevivientes el filme más allá de una argumento claro, mostraba escenas similares a las de una película snuff. Se podía ver a unos niños torturando a lo que parecía ser un ángel. Para algunos, un verdadero ángel. Todo esto acompañado por una perturbadora y distorsionada banda de sonido.

Sea como sea, verla supone la muerte. Oficialmente la única copia se destruyó en el festival de cine, pero hay quienes aseguran que algunas copias pueden estar en poder de ciertas agrupaciones secretas, esperando el momento de sacarla a la luz. Porque tal vez El Fin Absoluto del Mundo logra lo que muchas mentes malévolas han soñado: dominar al espectador, hacerlo su títere.

Lo cierto es que la historia del cine se colma de historias de películas desaparecidas y misteriosas. Algunas fueron quemadas por los gobiernos de turno, censuradas, otras siniestradas a raíz de los típicos incendios que afectaban a las bodegas. Así tenemos películas como London After Midnight de Tod Browning, que se ha transformado en el Santo Grial de todo coleccionista.

Como siempre, se dice que algún pudiente aficionado la tiene entre su colección, pero está esperando a que expiren los derechos para poder comercializarla sin incurrir en el delito. Estos rumores esperanzan a miles de cinéfilos que anhelan poder disfrutar de la cinta del director de Freaks por primera, a casi noventa años de su estreno.

Otras películas que se creían perdidas han sido encontradas en impensables cinematecas. Tal como ocurrió  con la maldita Incubus, película de 1965, hablada en esperanto y que abordaba temáticas paranormales y donde gran parte de sus elenco sufrió extrañas muertes.

A pesar de todo lo contado anteriormente, las pruebas prácticamente no existen. Los supuestos fotogramas y material publicitario corresponden a la película de John Carpenter Cigarrete Burns que corresponde a la serie Master of Horror. Esta película intenta rescatar la leyenda en torno a El Fin Absoluto del Mundo. Similar a La Novena Puerta, cuenta la historia de un coleccionista cinéfilo que encarga a su proveedor el encontrar la cinta cueste lo que cueste. De esta manera, el joven comienza a desvelar los misterios que se tejen en torno a la desaparecida película. Algunos optan por creer que todo el enrejado que se cierne sobre El Fin Absoluto del Mundo no fue más que un viral, una campaña publicitaria para el telefilme de Carpenter, al más puro estilo de La Bruja De Blair. Esta posibilidad, que bien puede ser cierta, deja mucho que desear. Pues recordemos que la película de Carpenter no es más que una película hecha para televisión, un mediometraje de presupuesto moderado que no necesita llenar salas de cine ni recuperar fastuosas cantidades de dinero.

El póster de la película elegido por Carpenter no puedo ser azaroso. Nos muestra la estatua del Ángel Caído, de Lucifer, del Lucero. Lo cual de inmediato relacionamos con la escena del ángel torturado por niños. ¿Y si la película lejos de ser satánica era una apología al luciferismo? ¿y si fue destruída por las verdades que revelaba y su director acosado y acallado por ciertos grupos de poder?


También pudo ser incluso una película experimental más del montón, con imágenes impresionables como cualquier otra, pero que lamentablemente fue destruida por una falla en la proyección. Lo que provocó una fuerte depresión en el director y dio paso a la leyenda. Como sea, el mito sigue vivo, alimentándose con cada curioso que cree ver en el cine el material para delirar nuestras conciencias. El Fin Absoluto del Mundo es el Necronomicon de los cinéfilos. La película inexistente capaz de conjurar a los más abruptos demonios de nuestro interior.