sábado, 30 de mayo de 2015

Robin Williams.





Hace un tiempo, saliendo de un vacile en Bellavista a eso de las 5 de la mañana, una muchacha notablemente borracha me grita casi en la cara «Yo te conozco, tú erís del Pedaaaaaaa». Le hice saber que estaba en lo correcto, y de inmediato su pololo la tironeó, alejándola de mí. Ella le balbuceaba explicaciones sobre lo famoso que yo era, pero a él no le hizo gracia que su polola se haya emocionado tanto ante mi fortuita presencia. Esto me entristeció un poco. Nos pudimos haber ido juntos en la micro hablando de nuestra universidad, pero la fama me condenó a un regreso a casa en soledad. Es este tal vez el precio a pagar, me dije. El precio de la fama.
 Pensé en Robin Williams durante todo el camino. 

Bitácora del Escritor 1.





Llevo 5 días intentando comenzar un cuento. Por más que lo intento no logro superar sus primeras palabras. Comienza así: «No sé qué pretenden los hombres con bigote», y todo indica que así terminará. Fracasé. Me he visto oprimido por mis propias manías y mi falta de talento.



viernes, 22 de mayo de 2015

Sobre Enamoramiento y Onanismo.







Se supone que me enamoré por primera vez a los dieciséis. Pero yo no sé como comprobar cuándo uno está enamorado. De hecho, nadie lo sabe; a excepción de mi compañero Diego. Él me llevó a un rincón de la sala de clases y con un semblante de seriedad admirable para un puberto me pregunta «¿te has pajeado pensando en la Camila?» Con vergüenza le contesto que no, que me masturbaba con el cedé de minas empelotas que circulaba entre los varones del curso. Ese que llevaba un poco sospechoso rótulo que solo decía “Compilado”. «Entonces estás enamorado», me dice no sin un dejo de lástima y preocupación. Yo quedé pal pico, negrísimo. Pero lo acepté sin más. Sin siquiera cuestionar el método de comprobación recién efectuado. Hoy puedo confesar que me he masturbado pensando en casi todas las mujeres que conozco. Cuando el catálogo se me acaba, voy intercambiando las partes pudendas de una con la cara de otra. Así mis necesidades onanistas se convierten en sublimes ejercicios de creación estética. Voy creando engendros personalizados que rozan la perfección, pero me enamoro tanto de estas que no puedo seguir otorgándome placer. Solo entonces vuelvo a las palabras de mi compañero y comienzo a  encontrarles  razón.Y es que tal vez solo puedo enamorarme de los remixes femeninos que he creado para deleite personal. Y de ella, claro está. Mala esa, muy mala.