Todos los años tras
revisar el cúmulo de fracasos amorosos que ostento me da por inventar alguna
teoría que explique mis desdichas. Este año, por ejemplo, he decidido culpar a
mi monorquidia. La deducción es simple más no poder: los testículos segregan
testosterona; a mayor índice de testosterona, mayor atractivo. Por tanto,
mientras más cocos se tenga más irresistible se es; mientras menos, más feo has
de parecer. Como ven, mi persistente soltería es pura biología.
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