En
un período de la historia lingüística de nuestro país a los niñitos rubios se
les apodaba jocosamente como «papeles cagaos», por la supuesta semejanza entre
un blondo niño paliducho y un blanquecino confort coronado de mierda. Ahora
bien, si obviamos la etimología latina del término “caca” por eurocentrista y acudimos al étimo
indígena, lo que se nos revela es cuanto menos sorprendente. “Caca” parece
venir del aimara “khakka”, cuyo significado es, justamente, “rubio”. Si la
mierda es cualquier cosa menos dorada, ¿por
qué insistimos durante tanto tiempo en aquel apodo? Existe en el espíritu de
los pueblos una memoria lingüística, un inconsciente colectivo, la también
llamada memoria de la sangre, que nos
incita a realizar este tipo de asociaciones, que nos somete a este «azar lleno de sentido». Amigos, los invito a reflexionar en torno a nuestra lengua y la caca. Que
si bien se juntan en esta teoría, su contacto no es del todo recomendable en la
realidad.
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