Hace unos días postulé un preuniversitario, fui
a la entrevista y todo. Me llaman para avisarme que la profesora que había
renunciado ha decidido reintegrarse, así que ya no precisan mis servicios, ya
no necesitan otro educador. Pero que sin embargo les gustaría tenerme en sus
aulas cada vez que la profesora titular no pueda; así es, he sido ungido como
profesor de reserva. Un reservista de la pedagogía. No es ser un reemplazante,
ojo ahí, porque el reemplazante sabe cuándo tiene que entrar y salir. El
reserva, no. Puedo estar durmiendo, echado viendo series o almorzando, entonces
me llamarán de improviso y tendré que acudir raudo al lugar. Esto último me
tiene nervioso, todos los días lustro mis zapatos, combino posibles outifts y me preocupo de la tinta de mis
plumones; me paseo por la casa con un montón de guías bajo el brazo,
gesticulando, aver qué pasa ahí,
menos risita, cuente el chiste para todos, no soy gay entiendan, que el más
guatón haga la ocho. Calentando, como pueden ver. Pasa que en cualquier momento
entro a jugar, pasa que solo basta un llamado para entrar con la casaquilla
titular.
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