sábado, 30 de mayo de 2015

Robin Williams.





Hace un tiempo, saliendo de un vacile en Bellavista a eso de las 5 de la mañana, una muchacha notablemente borracha me grita casi en la cara «Yo te conozco, tú erís del Pedaaaaaaa». Le hice saber que estaba en lo correcto, y de inmediato su pololo la tironeó, alejándola de mí. Ella le balbuceaba explicaciones sobre lo famoso que yo era, pero a él no le hizo gracia que su polola se haya emocionado tanto ante mi fortuita presencia. Esto me entristeció un poco. Nos pudimos haber ido juntos en la micro hablando de nuestra universidad, pero la fama me condenó a un regreso a casa en soledad. Es este tal vez el precio a pagar, me dije. El precio de la fama.
 Pensé en Robin Williams durante todo el camino. 

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