Una vez me enamoré de una chica cristiana. Canuta a
más no poder. Al momento de rechazarme dice que no puede estar con alguien que
no comparta sus creencias, que necesita un compañero de prédicas, un pololo en
Cristo y cosas así. Yo me la lloré toda. Quise decirle que la amaría hasta que
el arrebatamiento nos separase y que por ella era capaz de soportar todos los
martirios de Job. Pero callé y nos despedimos en silencio y para siempre. Ese
día comprendí que hay veces donde Dios no es amor.
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