Leo el siguiente comentario «me gustan los barbones, pero
están de moda y a mí me gustan los hombres no las modas», y de inmediato
imagino situaciones donde alguien me dice esa hueá. «Me gustan los hombres, no
las modas» mientras la encuentro culeándose a otro, «me gustan los hombres, no
las modas» al tiempo que tira mis cosas por la ventana, «me gustan los hombres,
no las modas» mientras recoge su vestido de novia y corre dejándome solo,
triste, barbudo y bien vestido en el altar.
martes, 22 de marzo de 2016
En torno al Día del Asperger
Llego una hora atrasado a la
clase. Me daría lo mismo si fuese el alumno, pero esta vez soy el profesor.
Martín, mi alumno, me espera con los ojos pegados al piso, está ofuscado,
molesto por mi retraso. Le tiendo la mano y me la niega. Farfulla un «no» mirando al suelo. Martín es
asperger y yo acabo de romper su rutina.
A la semana siguiente llego
puntual, pero Martín no está en el salón. Lo llamo y aparece de sorpresa detrás
de la cortina, carcajeando, orgulloso de su performance. Buena broma, le digo y
Martín no para de reír. Ríe durante toda la clase, le deliran mis ejemplos, se
delira al descubrir que todo puede ser explicado en base al fútbol, pokemón y
Harry Potter. Que el sujeto de la oración sea Alexis Sánchez lo pone de cabeza.
Es capaz de recordar estos ejemplos durante meses y sacarlos a relucir a pito
de nada. Qué galletas le gustan, profesor, cuál es su color favorito y su menos
favorito; cuál es su bebida favorita ¿Es cierto que tiene una banda? ¿ puedo ir
a verlos? A Martín le importa una mierda mi clase, él quiere saber quién este
culiao que choca con sus “estereotipos” –uno
de las pocos conceptos que aprendió bien- de profesor.
Martín dice que el sicólogo le
propuso ser más independiente y que eso significaba que no continuaríamos con
nuestras clases para el próximo año. Yo le digo que está bien, pero su mamá me
dice que na que ver, que Martín para variar ha interpretado literalmente eso de
que tiene que hacer las cosas solo. Él mira sin entender una mierda y nos
despedimos, tal vez para siempre. Cómo sea y dónde estés, feliz día del
Asperger, Martín. Ojalá el mundo deje de creerte un espécimen tan diferente, y
que los profes de mierda que llegues a tener entiendan que solo se necesitan
clases donde Alexis Sánchez acercándose al punto penal sea la viva imagen del
clímax dramático para que por fin entendai alguna hueá.
Yo, laguista
Cuando Lagos asumió yo tenía diez años. Viví
toda la campaña, la segunda vuelta y el conteo de votos con el corazón en la
mano. Me peleaba con mis compañeros de clase. Pendejos culiaos lavinistas; qué
es esa mierda del cambio, les decía yo; Lavin y la conchetumadre les gritaba, y
así como otros niños soñaban con ser futbolistas, mi único deseo era concurrir
a la urna para poder votar por mi candidato. Me deliraba ser un laguista
convencido. Una vez electo nuestro presidente, mis padres
cumplieron mi más grande añoranza: ver a Lagos en persona. Nos dirigimos a La
Moneda a presenciar el discurso inaugural; ahí estaba yo entre banderas,
gritando, saltando y aplaudiendo desaforado tras cada frase, aunque no las
entendiera. ¿Qué dijo? le decía a mi papá. Qué va a cambiar el país, me decía
él. Qué es bacán Lagos me repetía a mi mismo mirando el balcón presidencial.
Algún día seré como él. Más tarde, en marzo, el profesor nos pregunta qué
queremos ser cuándo grandes; yo le digo que presidente de Chile. Todos ríen. Él
me pregunta de qué partido, yo respondo orgulloso que del PPD, como Lagos. Mi
profesor me mira extasiado. He aquí al futuro de Chile, se debió haber dicho
con su cara de profesor concertacionista que es la cara de todos los profesores
de Chile. He aquí al más laguista de todos los hombres, y ni siquiera ha
cambiado la voz.
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