Por varias razones prefiero los libros usados. Luego de
comprarlos suelo hojearlos en busca de anotaciones, hojas secas y tonteritas de
ese estilo. Me he encontrado con fotos familiares, postales, boletos de micro,
etcétera. Ayer me encontré con una cartulina recortada en forma de corazón
donde se leía "Miguel, erís muy lindo". Pensé en la chica que lo
había escrito: tímida, iba todas las semanas a sacarle libros con tal de tener
un tema de conversación con él; jamás pudo armarse
de valor para decirle que lo quería. Quise correr para avisarle que el amor
había llegado a su vida en formar de corazón mal recortado. Pero pensé en que
al enterarse de esto, probablemente Miguel dejaría de ser un pobre y triste
hueón; dejaría entonces su adicción a las drogas duras y, con esto, dejaría de
vender libros a precios angustia. Por lo tanto, su felicidad no me convenía. La
felicidad ajena nunca nos conviene.
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