Augusto Pinochet encabezó la dictadura militar que gobernó
Chile desde 1973 hasta 1989, cuando un plebiscito pone el cese a los casi dieseis
años en los que el controvertido militar ocupó el cargo de Jefe Supremo de la nación.
Su figura cuanto menos polémica, dista mucho de ser enigmática. A diferencia de
otros dictadores, Pinochet no perteneció a sociedades secretas ni cultivó su
intelecto con premura. De hecho, la personalidad algo campechana del dictador
fue siempre motivo de burla. Su perfil ladino se alejaba del estereotipo del
dictador brillante dentro de su mezquindad,
del genio maligno que el cine nos había presentado.
Consciente de sus limitaciones intelectuales se
hizo con una biblioteca enorme, evaluada en cerca de tres millones de dólares,
donde abundaban ejemplares difíciles de conseguir, valiosos a más no poder. Tomos que reposaron en una habitación hasta el
día de su muerte, acumulando polvo, sin siquiera haber sido hojeados. Muchos tomos
los adquirió de dudosas maneras, en remates, con fondos de gobierno,
confiscados de museos y colecciones privadas. Los apilaba de forma obsesiva, presumiendo de una
curiosidad intelectual que nunca poseyó.
En su intento por ser
reconocido como un hombre de letras, pretendió incluso ser un entendido en
Geopolítica. Se consideraba a si mismo como uno de los pocos nombres
importantes en este campo. Aunque más tarde se descubrió que sus libros no eran
sino plagios de otros.
Tal vez uno de sus
intentos más notables por aparentar intelectualidad ya desde su juventud fue su
ingreso a la Masonería cuando contaba los 25 años y había obtenido el grado de
Capitán. Sin embargo, desde su visión simplista de la vida, nunca logró
comprender los principios de la masonería y pidió el retiro. No es difícil
imaginarlo enfrascado frente al Manual Del Aprendiz incapacitado de cualquier
abstracción, preguntándose por los símbolos y las abreviaciones. Otra versión sugiere
que fue expulsado por moroso y otra, mucho más romántica y que ya a estas
alturas roza el nivel de leyenda urbana, que fue expulsado por traicionar al
compañero masón Salvador Allende. Es más, para algunos Allende habría confiado
en él a sabiendas de sus diferencias ideológicas, pero esperanzado en su lealtad como hermano masón.
A pesar de estas
últimas dos versiones, la idea de que Pinochet no logró entender la masonería
debido a su imbecilidad cobra muchos adeptos. Aun cuando ya por esos años la
masonería había dejado de ser una cuna de la intelectualidad y se comenzaba a
perfilar como la mera plataforma de poder que es hoy en día. De seguro, si
echamos un vistazo al masón promedio contemporáneo veríamos a muchos que calzan
con el perfil intelectual de Pinochet; veríamos como muchos que colman sus
biblioteca con tomos que en su vida leerán; ediciones que reposan en los
livings aguardando la oportunidad de aparentar
frente a otros.
Pero fue tal vez su
personalidad campestre –huasa, más bien-
la que lo alejó de los círculos más
intelectuales de la logia a la cual pertenecía. A diferencia de los masones más
avezados, Pinochet era un aficionado al esoterismo de feria y un ferviente de esa
charlatanería religiosa que raya la mexicanidad.
Sin ir más lejos, el día de su atentado cree ver a la Virgen del Carmen entre los
astillamientos que dejó la balacera. Una aparición mariana que habría protegido
la vida de Augusto Pinochet, algo que rememora las apariciones de la Virgen
protegiendo a los soldados realistas en sus luchas contra los araucanos.
Su formación, que mezclaba
creencias mágicas populares con un entusiasmo religioso de abuelita, lo había
convertido en un supersticioso de primera: utilizaba un anillo con un rubí rojo
correspondiente a su signo zodiacal, participó en sesiones de espiritismo que
se realizaban en la Moneda, de cuyo resultado la CNI estuvo siempre al
pendiente; tenía además a una astróloga de cabecera, a quien acudía ante
cualquier decisión que requiera el esfuerzo mental que estaba imposibilitado de
hacer. A su vez, consultaba al conocido sionista y uno de los propulsores del
Plan Andina, Sergio Melnick, a quien tenía como su cabalista personal. Incluso llega a otorgarle
un puesto dentro del gobierno, desde cuya oficina podemos supones que afianzó
los lazos entre el país y el sionismo internacional.
Otros aseguran que
tenía un séquito de diecinueve astrólogas o tal vez brujas a su servicio. Un
conglomerado mágico que lo guiaba y ayudaba en sus tareas como gobernante y
oficiaban protección. Una suerte de escolta mágica de la cual pocos sabemos,
pero cuya presencia no pude ser más inquietante. Pues, como todo profesional de
la magia que sirva a los poderes fácticos es muy probable que también hayan
sido responsables de maldiciones hacia los rivales del General. Tal como ocurre
incluso en nuestros días, donde personeros de gobiernos se han visto influenciados
por trabajos mágicos.
Según JJ Benítez,
famoso ufólogo y pésimo novelista, quien de cierta manera entabló amistad con
Pinochet, un día antes del atentado de 1986, la finca donde este residía fue
testigo de un curioso enfrentamiento: nuestra propia Batalla de los Ángeles.
Benítez, quien incluso
recibió de forma exclusiva una carpeta sobre El Caso Valdés de manos del mismísimo
Pinochet y que tendría acceso a esta clase de documentos clasificados, afirmó
hace algunos años que el día previo al atentado un ovni se posó sobre la finca
del General, prácticamente aterrizando.
El objeto, según Benítez, fue visto por su
escolta, por carabineros y todo aquel que estaba en el lugar. Sus escoltas más
leales comenzaron, aterrados, a abrir fuego, disparando sobre el ovni, sin
medir las consecuencias. Al parecer, todo se transforma en un lío, en una
balacera inútil dominada por el pánico. Podemos imaginar la escena con balas
rebotando y oficiales corriendo presos del terror hacia lo desconocido, orinándose en los pantalones. Dudo
que el objeto haya respondido a un ataque tan insignificante. Así que es probable
que haya huido al dar cuenta de las hostilidades. Lamentablemente, Benítez no
va más allá. Por lo que el resto queda a la mera especulación.
Como me han dicho varios conocidos, cualquier
que se adentre en el esoterismo y lo paranormal, siempre, de alguna forma u
otra, termina cayendo en la ufología. ¿Habrá
pasado lo mismo con Pinochet? Sobre todo desde El Caso del Cabo Valdés, donde
supuestamente tanto el Ejército como él jugaron un papel fundamental, es muy probable
que el interés por lo paranormal de Pinochet haya dado un giro hacia la
ufología; ¿y por qué no hacia el
contactismo? Siguiendo con esta idea, ¿podrían
haber sido los ovnis quienes alertaron a Pinochet del peligro que se avecinaba?
¿lo lograron o huyeron ante las hostilidades de los presentes? Como sea ¿Quiénes tripulaban esas naves? ¿Alienígenas
o humanos? No debemos jamás olvidar
la teoría de los ovnis nazis en bases antárticas, quienes quizás miraban con
muy malos ojos como el país se entregaba al Sionismo.
El ufólogo Jaime
Rodríguez asegura tener fuente que la permiten suponer que Pinochet recibía amenazas
de extraterrestres, supuestamente debido a la compleja situación política del
país. Eso nos lleva a pensar que tal vez, como decía el trotskista de J Posadas, los extraterrestres son de
izquierda. Aunque ese es otro tema que pronto desarrollaremos al hablar de
ufomarxismo: la ufología radical.
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