En catalán el verbo “querer” está reservado únicamente para
predicar objetos, cosas, entidades inanimadas sin ningún asomo de humanidad.
Uno quiere un par de zapatos, un boleto de avión, pero jamás a una persona.
Entienden que todo querer implica también un implícito deseo de posesión, un
“te quiero para mí” que ensucia esa idea originaria del amor, ese amor como
auténtico acto de libertad.
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